Fernando Alin, una vida al servicio de las personas con discapacidad
Hace 20 años que coordina el Centro Amigo del Discapacitado Motor, lugar donde se brinda asistencia a personas con problemas motrices y parálisis cerebral. Conocé su historia de vida con casi 30 años dedicados al trabajo social en el departamento de San Martín.
 
Por Javier Disparti
22 de agosto de 2018
Crédito: Este Online.
 

Hay personas que marcan la diferencia en esta vida y que no esperan nada a cambio. Fernando Alin, un sanmartiniano de 49 años, es una de ellas. Hace 20 años, junto a su mujer Patricia, creó un espacio de recreación e integración para personas con discapacidad en San Martín. Hoy, de manera ininterrumpida, contiene a doce personas con problemas motrices y parálisis cerebral, de diferentes localidades de la zona Este.

“El Centro Amigo del Discapacitado Motor (Cadim) pretende ser un facilitador del proceso de integración, dentro de un contexto que les permite desarrollar valores, roles, hábitos y habilidades, desarrollando un sentimiento de pertenencia con una participación activa e individualizada en los diferentes talleres”, definió Alin al hogar que funciona desde el 16 de marzo de 1998.

La creación de Cadim fue el corolario de sus 29 años dedicados al trabajo social. Todo comenzó cuando en su adolescencia conoció al sacerdote Ricardo Dengra y se interesó por la Teología de la Liberación. Luego conoció a su actual esposa e inició en 1988 su vocación social como coordinador de Cáritas, donde llevó adelante proyectos de promoción humana y microemprendimientos. 

“Nuestra tarea se abocó inicialmente en los barrios carenciados de la zona norte de San Martín, donde impulsamos la creación de talleres textiles. A pesar que eran tiempos difíciles, las cooperativas funcionaban muy bien y logramos comercializar acolchados en varios negocios de San Martín”, narró Alin, quien también fue animador de fiestas infantiles disfrazado del payaso ‘Cebollita’.

Su acción social continuó en el basural municipal El Humito, ubicado en la calle Barrera, en el distrito Alto Salvador. “Allí construimos un salón comunitario donde dictamos diferentes talleres con la idea de ayudar a esas familias y con el objetivo de sacar a los chicos que comían de la basura. Con el paso del tiempo, logramos instalar varias bocas para el suministro de agua potable y hasta extendimos el alumbrado público”, señaló.

La tarea en ese lugar finalizó a mediados del año 1997, cuando el matrimonio Alin recibió el primer golpe emocional al perder un embarazo que transitaba el cuarto mes de gestación. “En ese momento decidimos delegar la tarea a un grupo de jóvenes para que continuaran con los talleres sociales”, dijo Alin, quien luego retornó a su trabajo en la escuela de educación especial Alberto Juaire.

Al poco tiempo, el 16 de marzo de 1998, con la ayuda desinteresada de diferentes instituciones de la sociedad, inició el proyecto del Centro Amigo del Discapacitado Motor (Cadim) en una pequeña casa ubicada en la intersección de las calles Soler y Maipú, de San Martín. “Comenzamos a trabajar con cuatro alumnos con parálisis cerebral y discapacidad motora, siempre con la premisa de contener a aquellos chicos que no tenían acceso a una obra social”, mencionó.

Al poco tiempo, se fueron sumando más chicos y desde Cadim decidieron trasladarse a un inmueble de la calle Balcarce, donde se sumó un equipo interdisciplinario compuesto por una kinesióloga, una fonoaudióloga y una ortopedagoga. Posteriormente, el 11 de setiembre de 2001, la legislatura provincial aprobó un proyecto que le cedía a Cadim un terreno en las inmediaciones del Palacio Judicial, en el barrio Círculo Médico.

“Gracias a una iniciativa del ex legislador Jorge Tieppo (ex director del Fondo para la Transformación) logramos mudarnos a ese lugar. En agosto de 2002 ya estábamos construyendo nuestro edificio propio tras al acopio de materiales que nos fueron donando”, recordó. A los pocos meses, el 23 de abril de 2003 inauguraron la primera etapa, y el 9 de diciembre de ese año finalizaron el resto de las obras.

Desde entonces, sin pausas, la institución no gubernamental fue creciendo gracias a sus coordinadores, como así también a la ayuda económica de socios adherentes y voluntarios, de los propios padres y de donaciones particulares. Esos fondos se destinan para la movilidad de los chicos, al pago de viáticos de los profesionales que asisten a la institución y a la compra de insumos para el normal desarrollo de las actividades.

Cabe mencionar que además de funcionar como un espacio de recreación y contención, en Cadim también trabaja un equipo interdisciplinario compuesto por un kinesiólogo, profesores de educación física, una odontóloga (se equipó un consultorio para llevar adelante los controles) y una ortopedagoga.

“Cadim rompe el molde porque no es una escuela y tampoco un instituto privado. Nuestra idea es cambiar el paradigma de la discapacidad, ocupándonos no sólo puertas hacia adentro, sino también de hacer respetar sus derechos en la sociedad. Así, fuimos elaborando proyectos para eliminar barreras arquitectónicas e incluyéndolos en actividades sociales”, ejemplificó Alin. 

Entre las actividades, los chicos realizan diferentes talleres: radio, panadería (ha posibilitado que varios chicos elaboren y vendan sus productos gracias a la donación de hornos), prácticas solidarias (creación de bastones y juegos infantiles que donan a hogares de adultos mayores y jardines de infantes) y un taller de arte. Al mismo tiempo, han participado de videoconferencias, entre ellas con el ex presidente José Mujica de Uruguay; de festivales, desfiles, charlas en establecimientos educativos y hasta han escrito un libro.

Una pérdida irreparable

Lamentablemente, a comienzos de este año, los coordinadores de Cadim sufrieron la pérdida repentina de su único hijo. Con emoción en sus ojos, Fernando Alin recordó a Ivo, quien falleció con tan solo 19 años de edad como consecuencia de una enfermedad que se desarrolló, en pocas semanas, mientras disfrutaba de sus vacaciones.

“Ivo era un joven lleno de vida, fanático del Atlético Club San Martín y un pilar muy importante en Cadim, por eso muchos de los chicos aún les cuesta ingresar a la institución. Estamos transitando el golpe más duro que un padre puede experimentar en esta vida. Llevamos este duelo con mucho dolor y todos los días se nos hace muy difícil continuar”, expresó Alin, quien confesó que junto a su mujer analizaron la posibilidad de dejar la coordinación de Cadim.

“Ya han pasado más de 20 años que conformamos este lugar, donde han pasado muchos chicos con diferentes historias, algunas de ellas muy difíciles. Hemos sobrepasado muchas situaciones y siempre nos hemos puesto de pie. Pero, esta vez, nos toca a nosotros y confieso que todos los días tratamos de sobrevivir en una vida que ya no será la misma”, culminó el coordinador de Cadim durante una extensa charla con Este Online.

 

 
 
 
 
 
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